domingo, 4 de setiembre de 2011

ES TERRIBLE VER A ALGUIEN SOBRELLEVAR EL PESO DE LA INJUSTICIA POR SÍ SOLO

Friederich Nietzsche, un gran seguidor de Zarathustra... cuando se volvió loco y lo pusieron en un manicomio, no podía ni siquiera reconocer a su propia hermana que lo había cuidado toda su vida. No se había casado por cuidarlo a él, porque estaba solo y no había nadie que lo cuidara.

De una cosa no se olvidó nunca, aun en su locura; en cualquier oportunidad en que firmaba algo primero escribía: “Anticristo Friederich Nietzsche. De ese “Anticristo" nunca se olvidó, tan profundo era su sentimiento contra Jesús y sus enseñanzas.

¿Por qué estaba tan en contra de Jesús? Por la simple razón de que este hombre decía: "Yo soy el único hijo bienamado de Dios; yo soy el pastor: tú eres mi oveja. Todo lo que tienes que hacer es creer en mí, y yo te salvaré, te liberaré de tu continua oscuridad, miseria e infierno". El se estaba probando a sí mismo que era Dios. Nietzsche no podía perdonar eso. Ese es el mayor ego que un hombre puede tener, y tan piadoso que nadie puede objetar; y tan hermoso que uno nunca se da cuenta de su fealdad.

"Es terrible ver a alguien sobrellevar el peso de la injusticia por sí solo."

Eso es lo que estaba haciendo Jesús. Es famoso por haber dicho: "Me estoy muriendo para salvar a toda la humanidad. Estoy cargando la cruz para liberarlos de todos sus sufrimientos". Nadie parece haber sido liberado. Nadie parece haber sido salvado. De hecho, él mismo no pudo salvarse. Zarathustra está en lo cierto cuando dice:

"Es terrible ver a alguien sobrellevar el peso de la injusticia por sí solo.
¿Sabíais ya esto? Injusticia compartida es injusticia a medias."

Si cometen una injusticia contigo, devuelve injusticia. Es injusticia compartida; es casi media justicia. Si no es posible la justicia completa por lo menos dejemos que sea la mitad. Pero no compartida es pura injusticia unilateral. Pero los grandes maestros de la humanidad te están diciendo: "Debes ser humilde, debes ser manso, no debes enojarte debes ser misericordioso". Es ahí donde Zarathustra se queda solo; un individuó totalmente único con un enfoque único.

"Y debe cargar con la injusticia quien sea capaz de llevarla."

Si te sucede la injusticia y no quieres devolverla, entonces en lugar de quejarte porque te han hecho una injusticia, si eres capaz deberías tomar la responsabilidad de que has sido "injusticiado”, no que te han hecho una injusticia, tú lo has hecho, tú eres responsable, pero de ninguna manera destruyas la dignidad de los otros seres humanos.

"Una pequeña venganza es más humana que ninguna,
y si el castigo no es también un derecho y un honor para el transgresor,
entonces no me gusta vuestro castigo."

Tu castigo debería ser un honor para el castigado, no debería ser destructivo para su ser. Debería hacerlo más fuerte, debería ser respetuoso, debería ser un honor. Él se lo merece y debería ser proporcionado.

"Es más noble declararse equivocado que mantener que
tenéis razón, especialmente cuando tenéis razón."

Eso te da dignidad, eso no le quita la dignidad a nadie, y te da honor a ti. A tus propios ojos empiezas a tenerte respeto, a amarte.

"Sólo que hay que ser bastante rico para eso."

Se necesita realmente un corazón muy rico para castigar a alguien de tal manera que el castigado se sienta honrado por ti. Es un fenómeno muy raro, pero hay momentos en los que sucede.

Te he contado muchas veces acerca de un monje Zen. En una noche de luna llena un ladrón entró a su casa. Era una pequeña choza cerca de un pueblo. La puerta estaba abierta porque en la casa no había nada por lo cual la puerta tuviera que estar cerrada.

El maestro Zen sólo tenía una manta que usaba durante el día para cubrir su cuerpo y durante la noche para dormir. Estaba despierto al costado de la ventana, mirando la luna llena elevándose. Era una noche hermosa, muy silenciosa y tranquila.

Cuando el ladrón entró aparecieron lágrimas en los ojos del maestro. Lágrimas porque no había nada en la casa. ¡Y el pobre muchacho había venido de un pueblo muy lejano!

Había que hacer algo de inmediato y había que hacerlo de tal manera que el ladrón no se sintiera perturbado, que no se sintiera insultado. Por el contrario debía sentirse honrado.

Prendió un pequeña vela y, cubriéndose con la manta, entró detrás del ladrón. Cuando el  ladrón lo vio entrar se asustó.

El maestro dijo: "No te asustes. De hecho he vivido en esta casa por 30 años y he mirado en cada esquina y rincón y no hay nada, estoy inmensamente afligido. Me has honrado porque los ladrones van a las casas de los ricos, de los reyes, a los palacios. ¿Quien viene a nosotros los pobres? Es un gran honor para mí. Por primera vez en mi vida me siento como un hombre rico".

El ladrón se asustó aún más ya que este hombre parecía no estar en sus cabales. ¿Qué estaba diciendo?

El maestro dijo: "Sólo una cosa, tendrías que hacer un contrato. No he encontrado nada en esta casa; esto esta completamente podrido. Pero puedo ayudarte, tú eres nuevo. No serás capaz de atravesar toda la casa, el sótano. Te llevaré a todas partes. Pero recuerda, si se encuentra algo: 50 y 50".

El ladrón dijo: "Mi Dios, éste es el dueño de la casa", y comenzó a reírse.
El maestro también se río y dijo: "Esta bien, si quieres un poco más puedes tener 60; 60 Y 40, porque el verdadero trabajo es tuyo, yo sólo soy un guía. Pero la realidad es que no hay nada; he buscado durante treinta años. Sería una verdadera pérdida de tiempo. Mi sugerencia es que la noche recién empieza, puedes encontrar la casa de algún hombre rico. Yo no tendría ninguna parte en esto, ninguna comisión. Sólo tienes que aceptar una condición". El ladrón preguntó: "¿Una condición, qué condición?". El maestro dijo: "Llévate mi manta, porque no tengo ninguna otra cosa para darte. Quizás no vuelvas más por aquí. Quién sabe lo que pasará mañana. No puedes rechazarla. Es un regalo. No la has robado, te la estoy dando”.

El maestro estaba parado desnudo. Era una noche fría estaba tiritando. Y el ladrón no podía imaginarse qué hacer. No podía rechazarlo. El maestro Zen tenía lágrimas en los ojos y dijo: "Si quieres volver, sólo infórmame dos ó tres días antes. Puedo mendigar, puedo reunir algo para ti. Me siento tan pobre. No puedes rechazar la manta, es toda mi posesión. Te estoy dando todo lo mío”.

El ladrón quería salir de algún modo. Nunca antes se había encontrado con un hombre así. Tomó la manta y salió corriendo. Y el maestro gritó: “¡Escucha!". No había escuchado nunca antes una voz tan autoritaria: “¡Cierra la puerta! Y antes de cerrar la puerta aprende un poco de modales. Te he dado un regalo y tú ni siquiera me lo has agradecido, di "gracias", porque puedo ayudarte más adelante". Entonces el ladrón dijo "Gracias señor”. Cerró la puerta y corrió. Después de dos años lo atraparon en otro robo, y en ese robo encontraron la manta con él. La manta era famosa. Todos sabían que pertenecía al maestro y por dos años no lo habían visto con ella.

Entonces el juez dijo: “Este será un factor muy decisivo. Si el maestro puede decir que esta manta es suya y puede decir que tú la has robado, entonces no necesito de otro testigo, no necesito de otra evidencia, no necesito de ningún otro argumento. Solamente daré una sentencia".

El maestro fue llamado a la corte. El juez preguntó: "¿Conoces a este ladrón?". El Maestro dijo: “¿Ladrón? Debe haber un malentendido, él es un hombre educado y de buenos modales. Cuando yo le di esta manta él me dijo: "gracias, señor", y cerró la puerta. Es un caballero. No debes llamar a ningún caballero ladrón". El juez no sabía qué hacer y el maestro le dijo: “El no puede ser un ladrón, soy su testigo, es uno de mis viejos amigos, no nos hemos podido encontrar por dos años.
A causa del maestro Zen, que era muy respetado, el hombre fue liberado, no hubo alternativa para su liberación, fuera de la corte, se arrodilló a los pies del maestro y le dijo: "¡Ahora voy contigo!".

El maestro le dijo: "Quería que te quedaras aquella noche pero estabas tan apurado que saliste corriendo, estabas tan apurado que te olvidaste de cerrar la puerta, tan apurado que hasta te olvidabas de decir: gracias señor". Ahora lo ves, te dije que podría ayudarte más adelante. ¡Aprende modales! Y por lo que a mí concierne, estoy inmensamente contento contigo. Me has honrado. De otra manera ¿quién viene a la choza de un hombre pobre? Si vienes conmigo eres bienvenido.

La vida entera del ladrón cambió. Se convirtió en uno de los discípulos más iluminados del maestro y toda la metamorfosis consistió en una cosa simple: que el maestro lo honró en una situación donde los demás lo hubieran insultado, dándole así la dignidad propia de cada hombre. No importa cuál sea su profesión: si es un ladrón, un doctor, un ingeniero, esas son todas profesiones. No hacen ninguna diferencia a la dignidad de la humanidad.


"No me gusta tu fría justicia; y desde los ojos
de vuestros jueces siempre me miran sólo el verdugo
y su fría cuchilla. Decidme: ¿dónde está la justicia que
sea amor con ojos clarividentes?"

Si la justicia no está arraigada y basada en el amor ya es injusta. Todas las cortes son tan frías, no hay amor, ni compasión, ni comprensión. Solo está la letra: muerta, la ley: muerta, el juez: muerto. Y todo lo muerto está decidiendo sobre lo vivo. Y todo está siendo decidido en base al pasado. Un hombre puede haber robado, pero eso es un acto pasado, no quiere decir que un ladrón no pueda ser un santo en el futuro. Un hombre puede cambiar en este preciso momento. Su mañana está abierto, no está usurpado por su ayer. Toda nuestra justicia ha dado por sentado, durante siglos que no hay mañana. El ayer es suficiente para decidir acerca de un hombre, y todos los ayeres están muertos. ¿Qué significa? Significa que la parte muerta de tu vida esta siendo decisiva para tu futuro. No te dará libertad, se convertirá en tus cadenas y en tu reclusión, puede convertirse hasta en tu muerte. Un pequeño acto no puede definir al hombre entero, pero así es como se ha estado haciendo, con toda frialdad.


El juez lee el fallo sobre alguien que está sentenciado de por vida, o al patíbulo, no hay ni siquiera una lágrima en sus ojos, ninguna consideración de que el hombre pueda tener esposa, hijos, puede tener una madre anciana, un padre anciano. Puede ser el único miembro asalariado de la familia, puede ser la única esperanza. Mandado a la horca no resolverá nada de lo que ha estado mal, creará mas daño; los hijos se convertirán en mendigos, ladrones; la mujer puede tener que convertirse en una prostituta; en su vejez, el padre y la madre pueden tener que trabajar para tener lo suficiente para pan y manteca. Un pequeño acto, realizado quizás en un estado emocional momentáneo, quizás sin ninguna intención... ciertamente ocurrió que la persona mató a alguien, pero sucedió en un estado de tal rabia y enojo, que esa rabia no tendría que ser decisiva para toda su vida. Y no solamente la de él, sino la de sus hijos, la de su esposa, sus padres, sus nietos...
Ahora ese pequeño acto será decisivo por siglos, ahora ese pequeño acto cambiará sus vidas, generación tras generación, en cierta dirección. Esto es muy frío, sin amor no es justicia, es realmente una venganza de la sociedad...

El juez no es más que un ejecutor al servicio de la sociedad. Cualquiera que vaya en contra de las reglas y regulaciones de la sociedad... el juez, la policía, el ejército y la ley, todos están para destruir a ese hombre, ese hombre ha sido desobediente, ese hombre ha sido rebelde, ese hombre ha hecho algo que el rebaño ha decidido que es ilegal. Puedes mirar en los ojos de tus jueces y

"...siempre miran sólo el verdugo y su fría cuchilla.
¿Decidme dónde está la justicia que sea amor con ojos clarividentes?"

Sin amor, sin corazón no puedes ver toda la complejidad de la vida de una persona, un pequeño acto será decisivo para una larga vida. Estás cerrando las puertas del futuro; no le estás dando una oportunidad para cambiar, no le estás permitiendo una oportunidad más. El amor está siempre listo para dar una oportunidad.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario